Fieles a la tradición ( las viejas tradiciones no deben perderse nunca) nos reunimos los clubes de Porto Douro y Vigo, padrino y ahijado respectivamente, en nuestra sede de Vigo (este año nos correspondía recibir a los compañeros lusos ).
Se inició la reunión con una cena en el hotel Nagari, nuestra sede habitual, en la que nos juntamos un total de casi cincuenta personas, entre rotarios y acompañantes, que departimos, en un ambiente de franca camaradería, una cena , un poco especial, que comenzó con el saludo a las banderas y presentación rotaria, ya que había incorporaciones nuevas por ambos clubes, y esa fue la manera de conocernos todos oficialmente.
Tras la cena, hubo los habituales parlamentos por parte de los presidentes de ambos clubes, muy comedidos en tiempo y materias, con un intercambio de presentes entre ellos ; nos regalaron una botella de vino de Oporto (Porto, para ellos), vintage, especialmente “engarrafado” para celebrar su 40º aniversario, y nosotros correspondimos con un libro con la historia y desventuras del Cable Inglés en Vigo (Vía Vigo es su título)
Ya hacía un buen rato que habían “tocado” las campanadas de las 12 horas, cuando levantamos la sesión, ya que al día siguiente nos esperaba un día algo movido y llovía…
Comenzó el día con un amanecer espectacular, con un cielo despejadísimo, sin viento y un mar en calma chicha, o sea ideal para navegantes novatos, como nosotros.
Estábamos convocados a las 11,30 de la mañana ,en la estatua de Julio Verne “montado” en un pulpo, que hay en el Puerto Vigo y que hoy estaba lleno de niños lusos y españoles, regateando en sus “optimis” y con la presencia de un gran transatlántico, de la Royal Caribbean, casi habitual para nosotros.
Nosotros embarcamos en el Nautilus, una embarcación de recreo , que lleva a bordo un robot, de nombre Nemo (como no) y que una vez lanzado al agua, puede bajar hasta los 100 metros de profundidad y transmitir, vía cable, las imágenes que capta en el fondo de la ría.
Zarpamos a las 12 en punto y atravesamos la ría, con una temperatura, casi veraniega, con gran contento, sobre todo de nuestros jóvenes intercambiados, la mayoría de tierra adentro, ; llegamos a una batea, se lanzo el robot Nemo al agua y observamos y aprendimos, como funcionan, crecen, y engordan los famosos mejillones gallegos, y su alimento, el plancton.
Desde allí nos dirigimos a Cangas y más concretamente a Punta Balea, una zona de bajos, en donde pudimos observar, con el ojo de Nemo, una serie de viejos cañones y sus proyectiles, que allí están sumergidos, pertenecientes, muy probablemente, a una fragata de nombre Herminia, que sí está documentado que se hundió allí, pero de la que no se encontraron restos, pues era de madera, y si quedaron los cañones como testigos de los acontecimientos; están a una profundidad pequeña, 6- 7 metros, así que quien desee pueda darse un paseo submarino, y admirarlos.
A las 13, 37, casi según el horario previsto tocamos tierra de nuevo y nos dirigimos al cercano Real Club Náutico, en donde nos esperaban para tener una comida de convivencia con nuestros compañeros, que se desarrolló en un franco ambiente de cordialidad, con una espectaculares vistas todo alrededor, ya que el comedor está totalmente acristalado con vistas hacia nuestra bella ría, hoy surcada por los numerosos “optimis” ( para los de secano: un optimis es una pequeña embarcación de vela, sólo para uso y disfrute de niños, un adulto no cabe en ella, y que cuando navega siempre va “vigilada” y controlada por una zodiac)
A las 17 horas, el transatlántico (Indepence of The Seas )inició las maniobras de zarpar y nosotros también , empezamos a despedirnos de nuestros compañeros, tras haber disfrutado estos dos días de su presencia y de su amistad, gracias a Rotary Intenacional.